sábado, 20 de junio de 2015

Quince cosas que sentir antes de caer muerto (y 3)

Hasta ahora había conseguido reunir diez. Ahí van las últimas cinco cosas que completan la lista.

11. Dejar atrás mi eterno arrepentimiento. 
Cada mañana en la ducha, durante los últimos años, me insultaba y maldecía mil veces antes de cerrar el grifo. Al repasar los acontecimientos del día anterior, siempre encontraba algún mal gesto que reprocharme, alguna mala palabra de la que arrepentirme o alguna metedura de pata de la que aprender. Un remordimiento finalmente sin enmienda, pues al día siguiente siempre repetía las mismas impertinencias, para más tarde, bajo la ducha, volver a lamentarme.
12. Recordar mi historia real y olvidar la que sobre mí me conté a mí mismo. 
Mientras con la toalla secaba mi cuerpo, retiraba de mi pensamiento toda sombra de culpa. "Aprendí de mi padre, que hacía lo mismo; yo no soy responsable, pues obro cómo él". Siempre me inculcaba mensajes cómo estos, secando así también mi conciencia. Eso es lo que entonces quise creer, pero hoy sé que es falso. ¡Cómo pude culpar a mi padre! Una persona que apenas conocí, con quien no convivi más que unos pocos años; quien no tuvo tiempo de enseñarme nada. Es cierto que vi su lado peor, pero la persona que soy ahora ha recibido influencias más notorias. Y, sobre todo, yo mismo elegí ser como soy. ¡Qué fácil fue siempre inventarme una excusa para evitar la responsabilidad de mis actos!
13. Poder romper la piedra que encierra mi corazón. 
Una vez perfumado con mis miserias y revestido de mi corazón de piedra, salía a la calle. Una coraza invisible, pero irrompible e impermeable, me mantenía bien protegido. Esto me aislaba de mi entorno, pero me mantenía a salvo del dolor. Soy consciente de haber perdido la amistad de personas maravillosas, que realmente valían la pena, por ello. Pero mi corazón no podía alcanzarlos. 
14. Valorar más el esfuerzo realizado y menos la satisfacción de los resultados. 
"Si el resultado no es satisfactorio, todo el trabajo es un fracaso". Esto también lo adopté como uno de mis principios. Así me juzgaron en mi juventud y así valoraba el esfuerzo mío y el de los demás. Entender que todo fracaso es un aprendizaje para el próximo éxito fue imposible para mí. Y ahora ya es tarde. 
15. Mirar a los ojos de la gente mientras hablo de mis sentimientos.
Nadie me habló de sus sentimientos, ni siquiera mi madre, que siempre ocultó a todos tanto su cariño como su sufrimiento. Hasta que ‎conocí a Rachel. Entonces me sentí confundido. No entendía lo que me quería decir en aquellos momentos de intimidad. Más tarde, intenté abrirme a ella pero con apuro y vergüenza. En mi torpeza, la herí y la asusté. No supe expresarle cuánto la amaba mientras la miraba a los ojos. 
‎Así ha transcurrido mi miserable vida: arrepentido de mis actos, culpando de ellos a los demás, protegido de los sentimientos propios y ajenos, encadenando fracasos sin aprender de ellos, bajando la cabeza por vergüenza ante los demás.





jueves, 4 de junio de 2015

Quince cosas que sentir antes de caer muerto (2)

Voy a continuar con la lista. Ya tenía 5 cosas. Las siguientes están relacionadas con mis recuerdos sobre una mañana de verano en la costa este, que me gustaría revivir.

6. Pisar descalzo la hierba húmeda por el rocío.
Justo unos minutos antes de salir el sol, es el mejor momento para levantarse de la cama y salir al jardín. La hierba alta se balancea bajo una suave brisa fresca, cubierta por las perlas transparentes del rocío. En ella hundo mis pies descalzos y siento su agradable humedad. Me oriento y camino hacia el este. A cada paso, la tierra esparce su fresco aroma que me da la vida. Llego a la valla y me apoyo sobre ella. Me dispongo a ver amanecer. 
7. Mirar ese efímero tono verde del cielo justo antes del amanecer.
Siempre hay una hilera de nubes sobre el mar que difuminan la visión del sol emergiendo a la superficie. Y justo antes de hacerlo, entre el azul de la noche y el rojo del horizonte, se extiende sobre el cielo una relajante franja de color verde pálido. Dura poco, apenas unos minutos, durante los cuales el mundo parece detenerse. Para mí, la paz es de ese color. 
8. Nadar desnudo en un mar en calma.
El sol ya está unos minutos sobre el horizonte y empieza a calentar el ambiente. Un sofocante bochorno pronto consigue ahogar la fresca brisa reinante. Cruzo la valla de mi jardín y salto a la playa. El mar está casi en calma. Unas suaves olas rompen apenas sobre la arena en ligero vaivén. Ignorando a los que pasean por la orilla a estas horas de la mañana, me quito la ropa y entro en el mar. Nado con fuerza para contrarrestar el primer escalofrío. Luego me estiro, cierro los ojos y me dejo mecer por las olas. Calma y quietud invaden mi alma. 
9. Reencontrar a mi primer amor.
Salgo del agua y me quedo de pie, dejando que el calor del sol seque mi piel. El ruido de las olas lamiendo la orilla es una de mis músicas favoritas. Abro los ojos y veo una chica acercarse por mi izquierda. Su silueta, recortada contra la claridad del cielo y la arena, me resulta familiar, tanto, que me quedo quieto en lugar de coger mi ropa y marcharme. Cuando se encuentra a tan sólo unos pasos, se detiene y la reconozco perfectamente a pesar de no haberla visto en 7 años. Un estremecimiento recorre todo mi cuerpo. No me atrevo a hablarle ni a tocarla, aunque el deseo de abrazarla y de no volverla a soltar nunca más es irrefrenable. Dicen quienes descubrieron el amor verdadero que el reencuentro con la persona amada es especial. Los años transcurridos desde la separación desaparecen en un instante, como si no hubieran transcurrido. Y, de repente, ambos se sienten transportados a aquel día en que aún estaban juntos, olvidando lo vivido después. Os puedo certificar que esto es cierto. 
10. Volver a ver el brillo de sus ojos un segundo antes de su primer beso.
Esa mirada, ese deseo, esa atracción, ese cosquilleo y esa mezcla de sensaciones, justo cuando el primer beso está a punto de estallar, son difíciles de repetir. Su imagen en aquel instante quedó hace tiempo congelada en mi memoria. Durante los 5 primeros años, cada día, al despertar, aquél fue mi primer pensamiento. Comenzaba cada día con aquella imagen. Pero un día, de repente, cayó en el olvido. Se había roto en mil pedazos, cada uno de los cuales vaga ahora por un lugar de mi mente y ninguno me habla ya.

Lástima que no pueda volver a ocurrir nada de aquello. En esta luna perdida donde vivo y de donde no puedo salir siempre es invierno, no crece el césped, no ruge el mar, no calienta el sol y todo es gris. Mi primer amor está a millones de kilómetros y ni todos los caballos del rey, ni todos sus hombres, podrían reunirnos de nuevo. Por eso ya no podré revivir ninguna de estas sensaciones. Si alguna vez las sentí, sólo son ahora pedazos de mi vida que ya no se pueden recomponer.