jueves, 30 de julio de 2015

Lo que ninguna droga puede curar‏

¡Amigos míos! Me siento muy cansado. Ha sido un esfuerzo tremendo escribir durante estos últimos meses. Sobre estos papeles he dejado mi ‎alma abierta de par en par; me he expuesto como nunca lo hice antes, he salido de mi corazón de piedra sin protección. Pero ya está bien. Es el momento de dejarlo.

‎He intentado expresar con palabras todo lo que he sido. Ya lo habréis leído. Un creyente que ha incumplido todos los mandamientos. Un policía que ha cometido los más abominables delitos, incluido el asesinato. Un amante que no ha sabido demostrar su amor y que se odia a si mismo.‎ Y de todo ello me arrepiento, no sabéis en qué medida.

Las drogas me han curado el dolor, el insomnio, los vómitos y hasta la depresión. Pero no existe ninguna que pueda curarme el remordimiento de todo lo que he hecho en esta vida. Y creedme; soy un experto en ellas. Me arrepiento de no haber disfrutado mis días de juventud, de haber desaprovechado las oportunidades de ser feliz, de no haber valorado todo lo bueno que he tenido, de no haber conservado a mi lado a las personas que me amaron. Y ese arrepentimiento es poderoso y se alimenta de la desazón y la frustración de haber sido como fui. Con ese sentimiento moriré. Será pronto.


Pero después, naceré otra vez. Y cuando lo haga, el recuerdo inconsciente de este remordimiento me servirá entonces, así lo creo, para ser de otra manera. Este aprendizaje me salvará. Al menos, tengo esa esperanza.

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