domingo, 24 de noviembre de 2013

Las últimas palabras

"León mató a un replicante. Un replicante asesinó Zhora. Otro eliminó a León y yo maté a mi padre. Henos aquí. Miembros de una especie única y perfecta matándose entre sí. Somos sus últimos ejemplares vivos en este planeta y nos estamos eliminando unos a otros. Obviamente, esto no tiene otro final que nuestra exterminación. Fuimos creados con el objeto de ayudar, de trabajar, de realizar cosas maravillosas y provechosas, de servir a los demás. O eso intentamos durante nuestros años de vida. Pero ahora, estamos dando los últimos coletazos y lo único que conseguimos es acelerar nuestra propia destrucción. Obviamente, todo ha sido un error. Un enorme fracaso"

Estas son las últimas frases escritas por Roy. El epitafio de un condenado. Así acaban sus notas, con estas terribles palabras. Que denotan su frustración al darse cuenta de la clase de ser en que se ha convertido. Que representan un claro lamento, después de que la desesperación le haya transformado. Que significan su derrota total, porque no funcionó su plan de comparecer ante Tyrell y buscar su compasión. Q‎ue explican lo que pasó a continuación y el motivo de su sacrificio por todos los que aún quedamos con vida. Palabras crudas y también reveladoras, al menos para mí, pues aclaran quienes hemos sido realmente los blade runners, o al menos Holden y yo, ya que nos cita en sus textos, al igual que a Rachel.
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Si creo en sus palabras, ya no hay ninguna duda. Se crearon replicantes para controlar a los replicantes. La única esperanza sería no creerle. En cualquier caso, aún confío en la lógica. Rachel, según me confió Tyrell, era un experimento, sin fecha de caducidad. ¿Por qué no creer que no fue el único? ¿Por qué no pensar que permitieron vivir a los controladores más que a los controlados? Es una esperanza que tiene sentido mantener.‎


Bajo este prisma, mi vida podría transcurrir aquí, junto a Rachel, hasta el final, hasta su final. Y, entonces, yo descansaría. No puedo soportar la idea de dejarla sola, después de lo que le hice. Me siento responsable de ella, por haber sido cruel con ella, por haberle revelado la verdad. Y porque es un ser débil a pesar de no parecerlo. Por eso, debo ahora compensarla. Cuidarla durante toda su vida, eso es lo único que deseo.‎‎

miércoles, 6 de noviembre de 2013

El hijo pródigo

Roy, León y Zhora llegaron a L.A. e intentaron pasar desapercibidos. Se confundieron entre la gente. En una ciudad de millones de habitantes, nadie se fija en lo que hace el vecino. Fue fácil para ellos encontrar un lugar donde vivir sin llamar la atención. Unas semanas después, Pris se reunión con ellos y llevaron a cabo su plan de búsqueda. Tras varios intentos infructuosos, finalmente Roy consiguió entrar en la Tyrell Corporation.

El hijo pródigo, que ha llevado una vida de pecado y maldad, regresó a la casa de su padre. Pidió su perdón, esperando ser recibido por él con alegría. Se predispuso a ser premiado con lo que más deseaba: más tiempo. Al igual que en aquella parábola cristiana, en la cual el padre organiza una fiesta de bienvenida a su hijo desaparecido y lo colma con los más codiciados regalos, Roy pensó que iba a ser recibido también con gozo por su creador, concediéndole su deseo más acuciante. Sin embargo, no ocurrió así.

Orgullo, perdón, simpatía, hospitalidad e incluso amor. Esto fue lo que encontró. Quizá para Tyrell supondría un derroche de generosidad. Apenas fueron unas migajas para Roy. Sentimientos intangibles, que ayudan a vivir más dichosamente, pero que no sirven para vivir más tiempo. ¿De qué sirve la felicidad de recibir el amor de un padre si no tienes tiempo para disfrutarla? ¿Qué padre es aquél que no da a su hijo lo que necesita, o al menos lo intenta? ¿Qué más tiene que hacer un hijo arrepentido que volver junto a su padre y suplicar su perdón?

- Quédate conmigo. Juntos resolveremos el problema.
- No te vayas, voy a ponerme a trabajar enseguida en ello.
- Voy a conseguir lo que me pides, para que puedas ser feliz.
- Yo te daré todo lo que necesites.

Todas las respuestas anteriores hubieran sido correctas, lo mínimo que se espera de un buen padre. Pero Tyrell, en cambio, apenas intentó una excusa: "La luz que brilla con doble intensidad dura la mitad del tiempo". ¿Qué significa esto? Es como decir: "Jódete, hijo mío".


Imaginad a un niño sediento que le dice a su padre "quiero agua" y éste no se la da. Imaginad a un condenado que pide a su verdugo ser perdonado. Roy, moribundo, suplicó a su creador que le concediera vivir más y éste le soltó aquella parrafada. Roy le imploró "tengo miedo, voy a morir" y su "padre" no hizo nada por evitarlo. Después de una respuesta como aquélla, no sé lo que yo hubiera hecho. Yo también sé lo que es vivir con miedo. Tuve miedo muchas veces y no tuve un padre a quien acudir. Por eso, me escandaliza la actitud de Tyrell. Por eso, no me apena su final.


viernes, 1 de noviembre de 2013

Urano-V: satélite sin ley

La vida en las colonias exteriores fue dura desde el principio. La imagino como aquélla que nos cuentan los libros de historia sobre la conquista de América por los españoles y portugueses. Salvo que en los planetas de nuestro sistema solar no había nativos a los que engañar, someter y robar. Así pues, estos nuevos conquistadores pudieron ocupar el terreno que más les interesó y repartírselo sin oposición.

En la fase de construcción, solía reinar la armonía y el control. Ingenieros de distintas especialidades eran enviados siempre en avanzada y realizaban los diseños que luego dirigirían. Más tarde, llegaba la mano de obra, que se ponía inmediatamente al servicio de los ingenieros para el desarrollo de los proyectos de construcción de poblados, vías de comunicación y talleres de mantenimiento. A medida que los distintos poblados iban siendo finalizados, se iban entregando a los colonos que llegaban para uso y disfrute de las viviendas y servicios. Todo estaba perfectamente procedimentado y medido. El tiempo de construcción de un poblado rondaba los 2 meses. Se construían todos igual, con capacidad para 10.000 habitantes, distantes entre sí entre 100 y 200 kilómetros y dotados de cobertura de telecomunicación, generador de atmósfera y eliminación de residuos.



Después de la entrega, los colonos ocupaban las poblaciones. En primer lugar, debían adaptarse a la nueva vida y organizarse como población. Esta fase ya no estaba regida por un procedimiento. En este momento era cuando habitualmente alguien se erigía en líder, bien elegido por la mayoría o bien por la fuerza. Alcalde, virrey o presidente eran algunos de los cargos con los que estos líderes se investían a sí mismos. Así pues, siempre se imponía la ley del más fuerte.

La colonización de Oberón no fue una excepción. En este caso, un personaje llamado Goodfellow abandonó con inteligencia la lucha por el mando de las ciudades, a cambio de asegurarse el dominio de las explotaciones mineras. Gracias a esta maniobra, consiguió ser la persona más poderosa del satélite al tener el monopolio de toda la producción de tantalio. Su voluntad era la ley. Todos los alcaldes y presidentes estaban en su nómina y, por tanto, a su servicio. Gobernó durante años con mano dura, como amo y señor, imponiendo severas restricciones a todos los habitantes: limitó el movimiento de toda la población, controló el acceso a los servicios básicos de energía y atmósfera y se autoproclamó juez único.

Para los replicantes fue peor. Todas las criaturas sintéticas fueron esclavizadas. Debían trabajar en turnos de 15 horas, alternados con periodos de descanso de la misma duración. Durante el descanso, eran recluidos en una celda diminuta que no podían abandonar bajo ninguna circunstancia.  De este modo, consiguió durante un tiempo para mantener a toda la población en un estado de depresión y obtuvo el control total.

Hasta la rebelión de los replicantes en el hombro de Oberón. Este acontecimiento supuso el principio del fin para Goodfellow. Pero esa es otra historia a la que volveré en otro momento.