miércoles, 6 de noviembre de 2013

El hijo pródigo

Roy, León y Zhora llegaron a L.A. e intentaron pasar desapercibidos. Se confundieron entre la gente. En una ciudad de millones de habitantes, nadie se fija en lo que hace el vecino. Fue fácil para ellos encontrar un lugar donde vivir sin llamar la atención. Unas semanas después, Pris se reunión con ellos y llevaron a cabo su plan de búsqueda. Tras varios intentos infructuosos, finalmente Roy consiguió entrar en la Tyrell Corporation.

El hijo pródigo, que ha llevado una vida de pecado y maldad, regresó a la casa de su padre. Pidió su perdón, esperando ser recibido por él con alegría. Se predispuso a ser premiado con lo que más deseaba: más tiempo. Al igual que en aquella parábola cristiana, en la cual el padre organiza una fiesta de bienvenida a su hijo desaparecido y lo colma con los más codiciados regalos, Roy pensó que iba a ser recibido también con gozo por su creador, concediéndole su deseo más acuciante. Sin embargo, no ocurrió así.

Orgullo, perdón, simpatía, hospitalidad e incluso amor. Esto fue lo que encontró. Quizá para Tyrell supondría un derroche de generosidad. Apenas fueron unas migajas para Roy. Sentimientos intangibles, que ayudan a vivir más dichosamente, pero que no sirven para vivir más tiempo. ¿De qué sirve la felicidad de recibir el amor de un padre si no tienes tiempo para disfrutarla? ¿Qué padre es aquél que no da a su hijo lo que necesita, o al menos lo intenta? ¿Qué más tiene que hacer un hijo arrepentido que volver junto a su padre y suplicar su perdón?

- Quédate conmigo. Juntos resolveremos el problema.
- No te vayas, voy a ponerme a trabajar enseguida en ello.
- Voy a conseguir lo que me pides, para que puedas ser feliz.
- Yo te daré todo lo que necesites.

Todas las respuestas anteriores hubieran sido correctas, lo mínimo que se espera de un buen padre. Pero Tyrell, en cambio, apenas intentó una excusa: "La luz que brilla con doble intensidad dura la mitad del tiempo". ¿Qué significa esto? Es como decir: "Jódete, hijo mío".


Imaginad a un niño sediento que le dice a su padre "quiero agua" y éste no se la da. Imaginad a un condenado que pide a su verdugo ser perdonado. Roy, moribundo, suplicó a su creador que le concediera vivir más y éste le soltó aquella parrafada. Roy le imploró "tengo miedo, voy a morir" y su "padre" no hizo nada por evitarlo. Después de una respuesta como aquélla, no sé lo que yo hubiera hecho. Yo también sé lo que es vivir con miedo. Tuve miedo muchas veces y no tuve un padre a quien acudir. Por eso, me escandaliza la actitud de Tyrell. Por eso, no me apena su final.


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