León era un minero especializado en el yacimiento del hombro de Oberón, donde llevaba un año trabajando en condiciones infernales: turnos de 15 horas a 2.000 metros de profundidad, alojamiento en celdas de 3 metros cuadrados, racionamiento del agua y del oxígeno y un durísimo sistema de penalizaciones por incumplimiento de la producción mínima esperada. Su tenacidad y su fuerza física le permitieron erigirse en líder de su equipo, y más tarde en cabecilla del movimiento de protestas contra las condiciones laborales impuestas por la compañía minera.
Roy era un soldado destinado en el borde exterior, miembro del comando que preparaba una respuesta militar a las protestas. Fue enviado en solitario a la superficie del satélite, para observar al enemigo y planificar la estrategia de combate. En el tiempo de esta avanzadilla, de alguna manera, conoció a Kowalski y simpatizó con su causa.
No constan en los documentos los detalles de este encuentro. Deduzco que Roy se infiltró entre los obreros y fue descubierto. Apresado, su vida estuvo en manos de León, el cual, en un momento límite, decidió dejarle vivir. Lo único que los papeles revelan es que Roy recibió de un replicante como él una lección de humanidad. La compasión y el perdón hacia su persona le abrieron la mente y despertaron en él una sensibilidad desconocida hasta ese momento. Tuvo consciencia en ese instante de quién era él y de lo que quería y no quería hacer. Por primera vez, reconoció el valor y la belleza del universo y decidió que quería seguir perteneciendo a él. Y en el mismo instante en que floreció este deseo, recibió la decepción de saber que su deseo no podía durar mucho tiempo. Una fatídica pregunta lo desengañó: "¿Cual es tu fecha de caducidad?"
Roy no sabía hasta ese momento que tenía fecha de caducidad. Había pensado muchas veces en su muerte como en algo posible durante un acto de servicio, es decir, algo intrínseco a la naturaleza de su trabajo, como uno más de los gajes de su oficio. Pero la expresión que utilizó León en aquella pregunta le dio otro significado a su vida. Le confirió la característica de efímera y a él mismo de perecedero. Provocó un cambio radical en él, transformando todo su mundo en algo transitorio, pasajero, provisional.
Caducidad, fugacidad, deterioro. Todas estas palabras se le antojaron sinónimas, y derivadas de otras más determinantes como desenlace, conclusión, fin. Y fue consciente de una gran verdad: su final estaba programado.
No constan en los documentos los detalles de este encuentro. Deduzco que Roy se infiltró entre los obreros y fue descubierto. Apresado, su vida estuvo en manos de León, el cual, en un momento límite, decidió dejarle vivir. Lo único que los papeles revelan es que Roy recibió de un replicante como él una lección de humanidad. La compasión y el perdón hacia su persona le abrieron la mente y despertaron en él una sensibilidad desconocida hasta ese momento. Tuvo consciencia en ese instante de quién era él y de lo que quería y no quería hacer. Por primera vez, reconoció el valor y la belleza del universo y decidió que quería seguir perteneciendo a él. Y en el mismo instante en que floreció este deseo, recibió la decepción de saber que su deseo no podía durar mucho tiempo. Una fatídica pregunta lo desengañó: "¿Cual es tu fecha de caducidad?"
Roy no sabía hasta ese momento que tenía fecha de caducidad. Había pensado muchas veces en su muerte como en algo posible durante un acto de servicio, es decir, algo intrínseco a la naturaleza de su trabajo, como uno más de los gajes de su oficio. Pero la expresión que utilizó León en aquella pregunta le dio otro significado a su vida. Le confirió la característica de efímera y a él mismo de perecedero. Provocó un cambio radical en él, transformando todo su mundo en algo transitorio, pasajero, provisional.
Caducidad, fugacidad, deterioro. Todas estas palabras se le antojaron sinónimas, y derivadas de otras más determinantes como desenlace, conclusión, fin. Y fue consciente de una gran verdad: su final estaba programado.
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