Tras la primera revelación sobre su fecha de caducidad, vino la segunda: su vida no debía durar más de cuatro años. Alguien averiguó este dato, que en seguida se divulgó por la comunidad sublevada en Oberón. La fecha de fin programada siempre era cuatro años mayor que la fecha de inicio. Así pues, para Roy se convirtió en vital responder a una nueva pregunta, que obsesionaba también a cada replicante amotinado: "¿Cuál será mi fecha de inicio?" ¡Necesitaban saber cuánto tiempo les quedaba por vivir!
Entonces, Roy volvió a su unidad, con el objetivo de boicotear la misión militar. Tenía que moverse deprisa, pues era muy probable que le quedaran apenas unos meses de vida. Lo intuía; de algún modo, lo sabía. Hizo un esfuerzo por recordar cuánto tiempo había vivido. Pero no pudo. Sacó de su memoria reminiscencias de su infancia, pero le parecieron vivencias impersonales, ajenas. Recordó su vida adolescente, pero no se reconoció en ella. Llegó a la conclusión de que las experiencias y las imágenes que evocaba más allá de tres años eran falsas. Bien diferentes eran sus recuerdos más recientes: acciones militares, entrenamientos y batallas, heridas recibidas y muertes provocadas. Éstas sí, remembranzas puras y reales. Y en este torrente de evocaciones, recordó a Pris.
Conoció a Pris en la base militar de Deimos, en la órbita de Marte. Pris, modelo básico de placer, ejercía su función entre el personal de tropa de la base. Según Roy, él nunca la usó. Pero una poderosa atracción había entre ellos, de eso no había duda.
Más tarde, a bordo de la nave de combate, camino de Oberón, la deseaba. Quería estar con ella. Quería compartir con ella toda su vida, aunque no supiera cuánto era eso. Necesitaba más tiempo. Deseaba romper con su vida anterior y empezar una nueva. Con Pris. Por eso necesitaba más tiempo.
Mientras programaba las naves para su destrucción, ideó un plan. Pediría a Pris que regresara con él a la Tierra y juntos buscarían al Hacedor. Él les daría más tiempo, podría hacerlo, lo haría por sus hijos.
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