jueves, 18 de julio de 2013

Algo que me ayude a recordarte

Mucha gente guarda cosas. En algunos casos, son colecciones de objetos similares o piezas de la misma familia. En otros, simplemente se trata de útiles sin relación aparente, a los que se asocia algún hecho o acontecimiento que merece ser recordado. Conocí a alguien cuyo mayor tesoro era su colección de botellas de vino, ordenadas en estantes y cubiertas con una capa de polvo de espesor proporcional a su antigüedad. Otro coleccionaba juguetes de diversas épocas, todos ellos conservados en su embalaje original. Un compañero me contó que su colección de sombreros reunía los estilos y modas imperantes a lo largo de los últimos diez siglos. En mis correrías por la ciudad, coincidí muchas veces con una barrendera que recogía todos los chupetes que encontraba en las calles; tenía más de cuarenta. Alguien con gran influencia en mi vida pasada, hábil con la papiroflexia, tenía guardados cientos de origamis con forma de animales. Durante la misma época, descubrí mi obsesión y la de otros muchos de coleccionar fotografías.

Todos esos objetos no tienen utilidad práctica. Aquel vino no era para beber, ni aquel juguete debía ser jamás sacado de su caja. Más bien, cada pieza que se incorpora a una colección es una nueva posesión que permiten saciar la necesidad psíquica de vínculo o atadura a una determinada realidad. Cada una es un ancla a algo que hemos dejado atrás; una evidencia de la existencia de una experiencia o sentimiento pasado; una certidumbre de que, aquello que recordamos, pasó en realidad.

Los objetos que colecciono me permiten responder a una pregunta que me desespera: ¿He vivido lo que recuerdo? Y a otra aún más inquietante si cabe: ¿Cuánto he vivido y no recuerdo?

Recuerdo a mi madre enseñándome. ¿Estuvo realmente mi madre presente en mi vida? No recuerdo a mi padre abrazándome. ¿Tuve un padre que nunca me dio un beso? Definitivamente, si guardo una prueba de que algo existió, podré recordarla siempre y nunca dudaré de su existencia y sabré que esos recuerdos no fueron ilusiones.

La memoria, por sí misma, es selectiva. Esto significa que vamos construyendo un pasado basado en lo que recordamos. Y esta selección se realiza normalmente eliminando lo duro y desagradable y reforzando lo dulce y agradable. Es curioso como cualquiera puede relatar diez momentos agradables de su vida sin apenas esfuerzo, pero, en cambio, le es muy difícil seleccionar diez recuerdos malos o desagradables. 

La memoria, además, puede ser seleccionada. Los avances tecnológicos ya permiten eliminar ciertos recuerdos y añadir otros correspondientes a una realidad que nunca existió. Podemos haber vivido y haberlo olvidado; y también podemos creer que hemos vivido y no haber sido así.

Debo dudar de mis recuerdos como imágenes de algo vivido. Por eso, colecciono fotos y otros objetos. Algo que me ayude a recordar lo que pasó, a recordar que estoy contigo, a recordarte.


No hay comentarios:

Publicar un comentario