Seguro que Roy se pregunta en estos últimos momentos de su existencia, qué es lo que ha determinado su forma de ser: cómo siente y cómo actúa. No le va a ser fácil encontrar una respuesta. Sobre todo porque, a lo largo de sus cuatro años de vida, Roy ha cambiado. No siempre ha sentido las cosas de la misma manera, ni ha reaccionado igual ante las mismas situaciones. En definitiva, no siempre ha sido el Roy que es ahora.
Para la mayoría de los que han pasado su infancia en el hogar familiar, es habitual que los padres sean la primera influencia. Normalmente, la madre determina el desarrollo emotivo y la sensibilidad de sus hijos, mientras que el padre influye más en sus reacciones ante los sucesos de la vida. La mayoría de las costumbres que tenemos, sobre todo aquéllas que irritan a nuestros convivientes, las solemos heredar de nuestro padre. Por otro lado, la manera en la que tratamos a los demás es un reflejo de lo que hemos visto en nuestra madre. Pero Roy Batty no puede hablar de su madre, ni de su padre, porque
no los recuerda. Entonces, ¿quién le ha enseñado lo que sabe? Y, sobre todo, ¿cómo se ha forjado su forma de ser?
Hay quien cree que antes de nacer sabemos todo lo necesario para desenvolvernos en la vida, y que durante nuestra vida nos dedicamos a recordarlo, proceso que llamamos "aprendizaje". Como pruebas de ello, se aduce el hecho de que un recién nacido sabe desde el momento mismo del nacimiento cómo succionar la leche del seno materno o como usar la mano para asir objetos. Precisamente así ha sido en el caso de Roy. En su diseño, su "padre" le implantó los conocimientos necesarios para el trabajo que tenía que realizar y en su proceso de síntesis o construcción se activó el recuerdo de los mismos para que los tuviera disponibles inmediatamente. De esta manera, a las pocas horas de su activación, ya estaba desempeñando su labor de soldado de combate. Y desde entonces ha dedicado eficazmente toda su vida a la violencia, la muerte y el terror.
Pero Roy también tuvo una "madre" en el momento de su diseño, alguien que decidió añadir recuerdos de vivencias y sentimientos a sus implantes cerebrales. No está claro el objeto de esto, pero sus consecuencias fueron sorprendentes. Roy sabe también lo que es besar a alguien, necesitar a alguien y echar de menos a alguien desde el primer momento en que estuvo operativo. Es consciente de tener sentimientos como estos y otros más, e incluso ha llegado a sentir algo parecido al amor cuando conoció a Pris. Todo esto lo ha llevado a desertar, a coleccionar fotos de vivencias, unas imaginarias y otras reales, y sobre todo a buscar otra oportunidad, en forma de una nueva vida.
Ahora que ha aprendido, precisamente cuando se ha dado cuenta que lo que le enseñaron no le sirve, inicia la búsqueda. Pero el tiempo se le acaba.
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