lunes, 23 de diciembre de 2013

El final

Desde que dejé L.A. no me encuentro muy bien. Pensé que alejarme del clima deprimente y contaminado de la ciudad sería beneficioso para mi salud. Creí que, después de años de respirar aquella atmósfera viciada, mi organismo agradecería el aire puro del mar. Pero no ha sido así. Cada vez he ido encontrándome más decaído. Al principio, lo atribuí a que la lectura de los papeles de Roy me había afectado anímicamente. Pero más tarde, empecé a sufrir graves problemas estomacales: primero, agudos dolores abdominales; después, nauseas y vómitos, hasta no tolerar casi ningún alimento. Tras adelgazar más de diez kilos, me encontraba muy debilitado. Rachel me convenció de que debía acudir al hospital. Allí me diagnosticaron un cáncer de páncreas.
Cancer: una enfermedad humana. Esa es la buena noticia: tengo una enfermedad que no pueden contraer los sintéticos. Por tanto, soy un humano de carne y hueso. Por fin una prueba definitiva de mi origen genético. No puedo decir que esté desilusionado. En realidad, me lo temía. La mala noticia es que me encuentro en un estadío muy avanzado, en la etapa IV metastático. Esto quiere decir que afecta también al hígado y otros órganos del abdomen. Es incurable. La broma del destino es que con quimioterapia y otros tratamientos para reducir el dolor, podré vivir unos años, cuatro, como máximo.
Hace un tiempo, empecé a sospechar que era un replicante, que había sido fabricado con el cometido de asesinar y que, tras cumplir con mi labor, me quedaba muy poco tiempo de vida. Esta idea, basada en evidencias que creí irrefutables, me inquietó y me enfadó, porque, si mis recuerdos fueron implantados y mis decisiones programadas, toda mi vida habría sido un engaño. Pero al mismo tiempo, la propia idea supuso para mí un alivio, pues me había limitado a utilizar el tiempo que me dieron en aquello para lo que fui creado. Por ello, descargué de mi conciencia toda culpa por lo que hice.
Pero ahora, de súbito, vuelvo a tener mi conciencia manchada. Porque sé que pude elegir. Cada disparo que salió de mi arma fue una decisión mía. Ahora, por cada ser que dejó de vivir, llevo un peso de culpa en mi alma. Con ello tengo que vivir los cuatro años que me quedan. 

Irónico, ¿no? Me queda apenas una vida de replicante.
Quizá, algún día, empiece a contaros esta nueva vida que empieza hoy y que acabará cuando el cáncer me retire. Pero eso será otra historia distinta, será mi propia historia, ya no serán las cosas que vio Roy.


jueves, 5 de diciembre de 2013

Rachel

Ya os he hablado alguna vez de Rachel. La conocí en el despacho de Tyrell. Me pareció altiva, sofisticada y antipática. Allí, la llevé hasta el límite de su resistencia, pero ella aguantó impasible. Más tarde, intenté seducirla, pero ella se mostró inalcanzable. Me porté mal con ella y caí derrotado en mi propio juego. Y cuando ya no tenía esperanza de volver a verla, de repente, apareció para evitar que yo perdiera en otro juego más importante, para salvarme la vida. 


No sé qué le impulsó a hacerlo. Tal vez intuyera quién era yo realmente. Seguramente me vio como su tabla de salvación o como alguien a quien salvar. Por el motivo que fuera, apareció y vino a mí. Mientras se soltaba el pelo frente al espejo, se despojó también de toda protección hacia mí. Experimentó un cambio, como mudar la piel, como salir de la crisálida, como romper la cáscara de un corazón de piedra. El mismo cambio que más tarde sufrí yo mismo. Se me mostró real, tangible, dulce y vulnerable. Desde entonces, ella está conmigo. Desde entonces, estamos ligados el uno al otro.

Ligados, porque compartimos el mismo origen y el mismo destino. Un vínculo más fuerte que cualquier otro. Diréis que se trata de una suposición, basada en malos entendidos. Yo os digo que para mí son indicios claros. He descubierto que ambos somos especiales. Ahora sé que fuimos creados como un experimento y, hay que reconocerlo, les salió bien. Hemos cumplido con nuestro cometido a la perfección. Hemos desarrollado las habilidades profesionales previstas y también algunas habilidades sociales inesperadas. Íbamos a ser retirados, pero fuimos indultados. Y ahora estamos juntos y no queremos otra cosa que seguir así, el tiempo que nos quede. Hemos durado mucho, unos 10 años según nuestros cálculos. Aún no sabemos lo que nos queda, pero espero que sea mucho. Le debo el resto de mi vida. Y eso es lo que quiero darle, porque es suya. No sé durante cuánto tiempo será. Pero, qué importa...

¿Cuánto más voy a vivir? ¿Cuándo moriré? ¿Qué sentiré cuando llegue el final? Preguntas que se hace cualquier ser vivo "racional". En realidad, ahora ya no me importan las respuestas. ¿Significa eso que ya no soy racional? Quizás; pero no ha sido así siempre. Antes de conocer a Roy, aceptaba la muerte como el fin de la vida, como algo que inspira temor, como el final. Ahora, deseo caminar tranquilamente lo que me queda de sendero, sin preocuparme de nada más. Con ella.

¿Esto es el amor? No lo sé. Nadie me dio nunca una definición clara de lo que es. Sin embargo, es algo que nunca antes había sentido. Y quiero seguir sintiéndolo.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Las últimas palabras

"León mató a un replicante. Un replicante asesinó Zhora. Otro eliminó a León y yo maté a mi padre. Henos aquí. Miembros de una especie única y perfecta matándose entre sí. Somos sus últimos ejemplares vivos en este planeta y nos estamos eliminando unos a otros. Obviamente, esto no tiene otro final que nuestra exterminación. Fuimos creados con el objeto de ayudar, de trabajar, de realizar cosas maravillosas y provechosas, de servir a los demás. O eso intentamos durante nuestros años de vida. Pero ahora, estamos dando los últimos coletazos y lo único que conseguimos es acelerar nuestra propia destrucción. Obviamente, todo ha sido un error. Un enorme fracaso"

Estas son las últimas frases escritas por Roy. El epitafio de un condenado. Así acaban sus notas, con estas terribles palabras. Que denotan su frustración al darse cuenta de la clase de ser en que se ha convertido. Que representan un claro lamento, después de que la desesperación le haya transformado. Que significan su derrota total, porque no funcionó su plan de comparecer ante Tyrell y buscar su compasión. Q‎ue explican lo que pasó a continuación y el motivo de su sacrificio por todos los que aún quedamos con vida. Palabras crudas y también reveladoras, al menos para mí, pues aclaran quienes hemos sido realmente los blade runners, o al menos Holden y yo, ya que nos cita en sus textos, al igual que a Rachel.
‎ 
Si creo en sus palabras, ya no hay ninguna duda. Se crearon replicantes para controlar a los replicantes. La única esperanza sería no creerle. En cualquier caso, aún confío en la lógica. Rachel, según me confió Tyrell, era un experimento, sin fecha de caducidad. ¿Por qué no creer que no fue el único? ¿Por qué no pensar que permitieron vivir a los controladores más que a los controlados? Es una esperanza que tiene sentido mantener.‎


Bajo este prisma, mi vida podría transcurrir aquí, junto a Rachel, hasta el final, hasta su final. Y, entonces, yo descansaría. No puedo soportar la idea de dejarla sola, después de lo que le hice. Me siento responsable de ella, por haber sido cruel con ella, por haberle revelado la verdad. Y porque es un ser débil a pesar de no parecerlo. Por eso, debo ahora compensarla. Cuidarla durante toda su vida, eso es lo único que deseo.‎‎

miércoles, 6 de noviembre de 2013

El hijo pródigo

Roy, León y Zhora llegaron a L.A. e intentaron pasar desapercibidos. Se confundieron entre la gente. En una ciudad de millones de habitantes, nadie se fija en lo que hace el vecino. Fue fácil para ellos encontrar un lugar donde vivir sin llamar la atención. Unas semanas después, Pris se reunión con ellos y llevaron a cabo su plan de búsqueda. Tras varios intentos infructuosos, finalmente Roy consiguió entrar en la Tyrell Corporation.

El hijo pródigo, que ha llevado una vida de pecado y maldad, regresó a la casa de su padre. Pidió su perdón, esperando ser recibido por él con alegría. Se predispuso a ser premiado con lo que más deseaba: más tiempo. Al igual que en aquella parábola cristiana, en la cual el padre organiza una fiesta de bienvenida a su hijo desaparecido y lo colma con los más codiciados regalos, Roy pensó que iba a ser recibido también con gozo por su creador, concediéndole su deseo más acuciante. Sin embargo, no ocurrió así.

Orgullo, perdón, simpatía, hospitalidad e incluso amor. Esto fue lo que encontró. Quizá para Tyrell supondría un derroche de generosidad. Apenas fueron unas migajas para Roy. Sentimientos intangibles, que ayudan a vivir más dichosamente, pero que no sirven para vivir más tiempo. ¿De qué sirve la felicidad de recibir el amor de un padre si no tienes tiempo para disfrutarla? ¿Qué padre es aquél que no da a su hijo lo que necesita, o al menos lo intenta? ¿Qué más tiene que hacer un hijo arrepentido que volver junto a su padre y suplicar su perdón?

- Quédate conmigo. Juntos resolveremos el problema.
- No te vayas, voy a ponerme a trabajar enseguida en ello.
- Voy a conseguir lo que me pides, para que puedas ser feliz.
- Yo te daré todo lo que necesites.

Todas las respuestas anteriores hubieran sido correctas, lo mínimo que se espera de un buen padre. Pero Tyrell, en cambio, apenas intentó una excusa: "La luz que brilla con doble intensidad dura la mitad del tiempo". ¿Qué significa esto? Es como decir: "Jódete, hijo mío".


Imaginad a un niño sediento que le dice a su padre "quiero agua" y éste no se la da. Imaginad a un condenado que pide a su verdugo ser perdonado. Roy, moribundo, suplicó a su creador que le concediera vivir más y éste le soltó aquella parrafada. Roy le imploró "tengo miedo, voy a morir" y su "padre" no hizo nada por evitarlo. Después de una respuesta como aquélla, no sé lo que yo hubiera hecho. Yo también sé lo que es vivir con miedo. Tuve miedo muchas veces y no tuve un padre a quien acudir. Por eso, me escandaliza la actitud de Tyrell. Por eso, no me apena su final.


viernes, 1 de noviembre de 2013

Urano-V: satélite sin ley

La vida en las colonias exteriores fue dura desde el principio. La imagino como aquélla que nos cuentan los libros de historia sobre la conquista de América por los españoles y portugueses. Salvo que en los planetas de nuestro sistema solar no había nativos a los que engañar, someter y robar. Así pues, estos nuevos conquistadores pudieron ocupar el terreno que más les interesó y repartírselo sin oposición.

En la fase de construcción, solía reinar la armonía y el control. Ingenieros de distintas especialidades eran enviados siempre en avanzada y realizaban los diseños que luego dirigirían. Más tarde, llegaba la mano de obra, que se ponía inmediatamente al servicio de los ingenieros para el desarrollo de los proyectos de construcción de poblados, vías de comunicación y talleres de mantenimiento. A medida que los distintos poblados iban siendo finalizados, se iban entregando a los colonos que llegaban para uso y disfrute de las viviendas y servicios. Todo estaba perfectamente procedimentado y medido. El tiempo de construcción de un poblado rondaba los 2 meses. Se construían todos igual, con capacidad para 10.000 habitantes, distantes entre sí entre 100 y 200 kilómetros y dotados de cobertura de telecomunicación, generador de atmósfera y eliminación de residuos.



Después de la entrega, los colonos ocupaban las poblaciones. En primer lugar, debían adaptarse a la nueva vida y organizarse como población. Esta fase ya no estaba regida por un procedimiento. En este momento era cuando habitualmente alguien se erigía en líder, bien elegido por la mayoría o bien por la fuerza. Alcalde, virrey o presidente eran algunos de los cargos con los que estos líderes se investían a sí mismos. Así pues, siempre se imponía la ley del más fuerte.

La colonización de Oberón no fue una excepción. En este caso, un personaje llamado Goodfellow abandonó con inteligencia la lucha por el mando de las ciudades, a cambio de asegurarse el dominio de las explotaciones mineras. Gracias a esta maniobra, consiguió ser la persona más poderosa del satélite al tener el monopolio de toda la producción de tantalio. Su voluntad era la ley. Todos los alcaldes y presidentes estaban en su nómina y, por tanto, a su servicio. Gobernó durante años con mano dura, como amo y señor, imponiendo severas restricciones a todos los habitantes: limitó el movimiento de toda la población, controló el acceso a los servicios básicos de energía y atmósfera y se autoproclamó juez único.

Para los replicantes fue peor. Todas las criaturas sintéticas fueron esclavizadas. Debían trabajar en turnos de 15 horas, alternados con periodos de descanso de la misma duración. Durante el descanso, eran recluidos en una celda diminuta que no podían abandonar bajo ninguna circunstancia.  De este modo, consiguió durante un tiempo para mantener a toda la población en un estado de depresión y obtuvo el control total.

Hasta la rebelión de los replicantes en el hombro de Oberón. Este acontecimiento supuso el principio del fin para Goodfellow. Pero esa es otra historia a la que volveré en otro momento. 

sábado, 19 de octubre de 2013

La Puerta de Tannhäuser

Las exploraciones tripuladas de los vecinos Venus y Marte tuvieron su auge durante la primera década del siglo XXI, cuando la tecnología del túnel de curvatura se desarrolló por completo, la cual permitió reducir la duración de los viajes interplanetarios. En pocas palabras, al curvar el espacio-tiempo existente entre el origen y el destino, se consigue que ambos puntos queden más cerca y una nave no tiene más que atravesar el túnel así abierto entre ambos lugares. El factor de curvatura determina el tiempo que se va a emplear en el trayecto, ya que cuanto mayor es el factor menor es la distancia a recorrer por el túnel y, consecuentemente, el tiempo necesario para llegar al destino. De esta forma, un viaje de varios meses de duración se reduce a unas pocas horas e incluso minutos.

El primer túnel que se construyó permitió alcanzar la órbita de Venus en 28 minutos desde su entrada situada en órbita geoestacionaria. Debido a la casi "inmediatez" del viaje, en comparación con los cinco meses de media que duraban los vuelos tradicionales, dicha entrada fue bautizada como la Puerta de Tannhäuser. Porque, según la leyenda tradicional alemana, el caballero Tannhäuser fue transportado del reino de la diosa Venus al mundo real de forma instantánea y regresó junto a la diosa de igual manera.


Hoy en día, la Puerta de Tannhäuser es la entrada a tres túneles que llevan respectivamente a las órbitas de Venus, Marte y Urano. Yo nunca he viajado a través de un túnel de curvatura. Muy poca gente lo ha hecho, sólo exploradores de los nuevos mundos, fuerzas militares de misión en el exterior y mano de obra especializada para trabajos en esos planetas. La verdad es que me gustaría saber qué se experimenta dentro del túnel. Roy describe con bastante detalle su viaje de regreso desde Urano. Él pudo ver los rayos de c-quarks que forman las paredes del túnel, o al menos eso cuenta. No creo que los c-quarks sean visibles a los ojos humanos. Aunque, en ausencia de gravedad, quizá sí pueda sentirse su fuerza.

lunes, 14 de octubre de 2013

La amenaza replicante

La emigración de la clase media trabajadora de las grandes ciudades hacia las colonias del borde exterior fue multitudinaria. Un estatus social venido a menos pasaba a ser, unos millones de kilómetros más allá, la élite. Pero esta emigración tuvo una consecuencia inesperada. Se produjo un descenso muy importante de la población humana en activo; es decir, disminuyó el número de trabajadores disponibles. Tyrell Corporation aprovechó la oportunidad para poner en circulación centenares de unidades biomecánicas similares en apariencia a los humanos, que llamó replicantes. Fueron útiles durante un tiempo, cumpliendo su papel en la industria y los servicios. Además, sus ventajas eran considerables en comparación con los humanos que reemplazaban: eran más eficientes y no requerían retribución. Así pues, a pesar de su elevado coste, la adquisición de un replicante llegó a ser una gran inversión para las grandes empresas.

En las ciudades, la población replicante llegó a ser muy numerosa. En L.A. superó el 40% de sus habitantes. Alguien en el Gobierno evaluó el riesgo de seguridad que esto suponía, pero el negocio estaba en plena ebullición y Tyrell no cejó en su empeño por fabricar unidades de mano de obra eficiente, que salían al mercado cada vez a un precio más competitivo. El modelo Nexus-4, dotado de una inteligencia artificial capaz de dar soluciones nuevas a problemas nuevos,  fue todo un éxito.


Pero pronto aparecieron los primeros problemas. La inteligencia artificial aportaba a los Nexus-4 ciertos grados de libertad de acción. Llegado el momento de la madurez, estas unidades empezaban a tomar decisiones por sí mismas, que en algunos casos producían perjuicios a su propietario. Al principio, el daño era sólo económico, pero hubo en La Florida un caso famoso de violencia física. A partir de este incidente, los replicantes fueron acechados, y ante el menor signo de quebranto o una simple sospecha, retirados. Tyrell perfeccionó sus productos. La versión 5 incorporó mejora continua del comportamiento y un límite temporal vital de cuatro años. Pero antes de la aparición de la renovada versión 6, llamada a ser el individuo artificial perfecto, los replicantes fueron declarados proscritos. El Gobierno, ante las dudas, y después de dos incidentes violentos más, ordenó el exilio forzoso de toda criatura biomecánica a las colonias, fuera cual fuera su versión, bajo pena de retiro.

Esto supuso solamente desviar el problema al borde exterior. La amenaza replicante se materializó en las colonias, primero en Urano IV y V, y más tarde en las bases de Marte y Luna. Tras violentos disturbios en estos lugares, respondidos con contundencia por las Fuerzas Militares en el exterior, los replicantes fueron considerados ilegales en la Tierra y estaba prohibido su regreso. A pesar de estas medidas, algunos consiguieron regresar. En L.A., el Departamento de Policía creó una unidad especial encargada de perseguir y retirar a los que conseguían regresar. Yo fui uno de los perseguidores. El mejor.

domingo, 6 de octubre de 2013

La decadencia de las grandes ciudades

No termino de entender la añoranza de los colonos del borde exterior por su pasado terrestre. Por lo que recuerdo, la vida en la Tierra era tan miserable, sobre todo en las grandes ciudades, como para no sentir ningún tipo de nostalgia.

Tras haber esquilmado durante décadas los yacimientos de tantalio del Congo y Brasil, mi planeta de origen se vio abocado a una grave crisis económica a nivel mundial, debido a la dependencia que tenía la industria armamentística y tecnológica de dicho metal. Ya no podían fabricarse más dispositivos electrónicos como teléfonos móviles, ordenadores o sistemas de navegación y, a causa de la falta de recambios, los existentes ya no podían ser reparados.

A principios de la década del 2010 las grandes empresas, con la Tyrell Corporation a la cabeza, abandonaron la producción de tecnología y centraron su inversión en la entonces floreciente ingeniería genética. Se dio paso pues a la nueva era de la biotecnología.

En esta época, el ciudadano fue abandonando progresivamente el uso de los dispositivos electrónicos, debido a que sus piezas y componentes eran cada vez menos accesibles. Los pocos que aún funcionaban, sobre todo vehículos como los spinners y aparatos de comunicación, fueron requisados por los Gobiernos para el uso privativo de los Departamentos de Policía y de Salubridad y también para las Fuerzas Armadas en el exterior. En su lugar, sólo los más pudientes pudieron permitirse adquirir creaciones biomecánicas, debido a su alto precio, y la vida de la mayoría de la población cambió por completo, al carecer de la ayuda tecnológica que años atrás hacían más fácil las actividades cotidianas.

Comenzó una época de decadencia, sobre todo en las grandes ciudades, en la que una clase media que floreció durante 25 años, desde 1980, con la llamada "burbuja tecnológica" se vio cada vez más empobrecida. Así, para la mayoría de la población, volvieron usos y costumbres casi olvidados como los desplazamientos a pie, el correo postal, las cabinas telefónicas, la caldera de carbón y un largo etcétera.


Tras explorar sin éxito los vecinos Venus y Marte en busca de recursos minerales, un rayo de esperanza apareció, a finales de 2015, con el descubrimiento de grandes bloques de tantalio en los núcleos de los satélites Urano IV y V. Rápidamente, se organizaron numerosas expediciones a ese sistema con el objeto de localizar y explotar los yacimientos. El mayor filón se descubrió bajo el hombro de Oberón, sector que fue bautizado como Próspero. La existencia de agua en forma de hielo en el manto del satélite facilitó enormemente los asentamientos de colonos, que se ubicaron principalmente en el fondo del cañón Mommur Chasma, bien protegidos de su inestable atmósfera. En Titania también se construyeron colonias, favorecidas por la presencia de hielo de agua y por su atmósfera más tenue y soportable. Su gran cañón Messina Chasma permitió, en este caso, un acceso más fácil a las vetas.

Así pues, la mayoría de la clase media urbanita emigró a estos confines del sistema solar, lejos de la decadente Tierra. La despoblación de las ciudades dejó como consecuencia una gran cantidad de edificios deshabitados y también de vehículos y animales de compañía abandonados en las calles. Lugares odiosos, a los que no pienso volver nunca más.

jueves, 26 de septiembre de 2013

El amor en tiempos revueltos

Una vez conocí a una mujer de 70 años, que había sido atracada en la calle. Estaba paseando a su perro y dos delincuentes se le acercaron con la intención de robarle. Con una barra de hierro, mataron al animal antes de que pudiera saltar en defensa de su ama. 

La anciana, nerviosa, no pudo recordar ningún detalle del aspecto de los atracadores. Y, mientras le tomaba declaración, estuvo contándome su vida. Desde hacía 50 años, su marido la había estado tratando como una esclava, obligándola a atender sus mil exigencias y dedicándole sus millones de desprecios, día tras día. Eso sí, con derecho a sexo gratis cada vez que a él le apetecía. Unos meses atrás, la señora cayó enferma y estuvo ingresada tres semanas en un hospital. Su marido no fue a verla ni un solo díaMe habló de ingratitud y egoísmo, sobre todo cuando ése es el pago por toda una vida de atenciones. Me habló de cómo ser capaz de vivir al lado de una persona y detestarla al mismo tiempo. Me habló de la vejezde la decepción de no tener ningún motivo por el que sonreír. Me habló de los animales, que nunca abandonan ni desprecian a quienes les cuidan, y que no se merecen que se les abandone ni desprecie. Su perro era el único ser vivo de su casa que había salido siempre a la puerta a recibirla, cada día. Su marido, durante los 50 años de matrimonio, sólo había sido capaz de emitir un gruñido de indiferencia cuando la veía. Aquel día, su perro había muerto y ella tenía que volver a su casa para tener la cena de su marido preparada a tiempo.


Desde aquel día, me pregunto el motivo por el cual una persona empieza a vivir con otra y permanece a su lado. ¿Es siempre responsable de ello esa alteración química que llamamos amor? Hay quienes conocen a alguien y se casan, sin plantearse ni el cómo ni el porqué. Simplemente, siguen una inercia o se dejan llevar por el instinto de conservación de la especie humana. Este fue mi caso, e intuyo que también el de aquella mujer. El milagro de los neurotransmisores obra estas cosas. El problema viene cuando esta química decae. Esto ocurre, según aseguran los expertos y así confirma mi experiencia, a los 3 ó 4 años. Es entonces cuando hay que buscar otros mecanismos que nos mantengan asociados a la pareja respectiva: unos gustos en común, una grata convivencia, una necesidad compartida o una ineludible dependencia (hijos, deudas...). 

Pero en estos tiempos inhóspitos y desagradables, sobre todo para quien trabaja, como suele decirse, de sol a sol, qué dificil es tener una grata convivencia con alguien. Sales de casa antes que amanezca y regresas ya de noche, cansado y cabreado, después de una jornada de disgustos y tensiones. Es el momento en que necesitas una copa y no un sermón, o sentarte a ver la tele y no ponerte a fregar los platos. Quizá el trabajo debiera ser de otra manera, debiera reconfortar al trabajador y, por qué no, hacerlo feliz. Pero la revolución económica que tuvo lugar a principios de siglo ha hecho prosperar sólo a unos pocos los poderosos, mientras que el resto de la sociedad, la clase obrera, ha sido cada vez más oprimida. Y esto, inevitablemente, ha afectado a las relaciones entre las personas.

No entiendo lo que mantenía a la anciana junto a su despreciable marido, porque nada les unía. Quizá fuera la religión que profesaba, entre cuyos muchos preceptos estaba el de la indisolubilidad del matrimonio. Yo, en cambio, me divorcié.
Considero a los replicantes afortunados. Eran capaces de sentir el amor hacia otra persona y su vida no era tan larga como para conocer el desamor.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Te veré en la Tierra

Zhora y León se conocieron en Oberón, cuando fueron seleccionados para compartir la misma vivienda. Ambos trabajaban en las minas de Próspero y, mientras cumplían con las respectivas funciones que tenían encomendadas, algo cambió en su mente. Poco a poco se dieron cuenta de su mísera existencia. Ese fue el despertar a un nuevo mundo de sentimientos. Empezaron a añorar su vida en la Tierra. Después, la nostalgia dio paso al rencor, y más tarde a la cólera. Surgió entonces en León la idea de la lucha y la rebelión. Zhora estuvo a su lado, compartiendo consignas y barricadas. Mientras tanto, entre ambos, brotó también el amor.

Tras la batalla de Urano-V, Roy les contó su plan de volver a la Tierra. Estuvieron de acuerdo en acompañarlo. Para los tres, era imperiosa la necesidad de tener más tiempo, más esperanza, más vida. Buscarían juntos al Hacedor.

Con gran esfuerzo, repararon una de las naves saboteadas. No pudieron restaurar su funcionalidad completa, pero al menos consiguieron ponerla en vuelo. Gracias a sus claves militares aún vigentes, y antes de que las noticias del fracaso de la misión pudieran llegar a la base, emprendieron el viaje hacia la órbita de Urano, donde atravesaron la puerta, camino de la Tierra.


Durante las 18 horas que duró el viaje, Roy estuvo muy cerca de Zhora y León. Se fijó detenidamente en ellos, en las atenciones que se prestaban, en la ilusión que vio en sus caras, en su cuchicheo sobre planes de futuro. Fue testigo de la prueba viviente de que dos replicantes se pueden enamorar. No sólo era atracción y deseo. Era algo más. Se preguntó si lo que veía era aquello que los humanos llamaban amor.

¿Sentiría Roy lo mismo por Pris? Es lo más probable, según se desprende de sus notas. Lo cierto es que, durante el vuelo, estuvo mucho tiempo averiguando cómo comunicarse con ella. Tras consultar los registros de entrada y salida de varias bases militares, la ubicó en la base marciana de Deimos. Una vez en la órbita terrestre, no pudo esperar más y, aun a riesgo de ser localizado, se puso en contacto con ella. Puedo imaginar el diálogo entre ambos, transmitiéndole todo su cariño en un tono de aparente frialdad:

– Hola, Pris. Soy Roy. Regreso de Urano. Necesito verte. Te necesito.
– Yo también te necesito. Pero no nos queda tiempo. Roy, ¡se acerca el final!
– Lo sé. Tengo un plan. Hay esperanza para nosotros. Podremos tener un futuro. Reúnete conmigo en L.A. 
– Estoy en Marte. Pero puedo coger el próximo transporte.
– De acuerdo. Te veré en la Tierra.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Pero, ¿quién soy realmente?

Quizá para muchos se trate de una pregunta filosófica, o más bien relacionada con la religión. Pero en mi caso, responder a esta pregunta es una necesidad biológica: se trata de saber a qué especie pertenezco. 

Siempre creí ser miembro de la especie humana. Soy morfológicamente igual que el resto de hombres y mujeres que he conocido y me comporto igual que ellos. Por tanto, nunca me planteé otra cosa, salvo hoy. Hoy no estoy seguro del todo.

Hasta mi exilio, siempre he vivido en L.A. La mayoría de la gente que he conocido estaba relacionada con mi trabajo: ladrones, estafadores, drogadictos, prostitutas, delincuentes. Cada uno de ellos vivía a su manera y para su propio beneficio. El prójimo no le importaba en absoluto. A mis compañeros de trabajo los conocía menos. Yo siempre preferí trabajar solo. Era más eficaz si no tenía que dar explicaciones a nadie; únicamente a mi jefe, el capitán de mi unidad, a quien sí debía rendir cuentas. Pero nunca los vi muy diferentes a mí. En una gran ciudad como ésta, la mayor del cuadrante nordeste del planeta, donde se hablaban más de diez idiomas distintos, lo habitual es que cada cual fuera siempre a la suya, atendiendo únicamente con sus propios problemas.

Por lo que sabía entonces, los replicantes no eran, en su forma de ser, muy diferentes a los humanos que conocía. O más bien debería decirlo al revés. La convivencia entre los humanos se había "replicantizado". Pruebas de ello eran la nula relación con los demás, la ausencia de ideales en que creer, la falta de esperanza donde apoyarse y su excesivo grado de conformismo. La gente se había vuelto insensible y solitaria, carente de todo atisbo de amor al prójimo, compasión y humanidad. A pesar de ello, aquel mundo en el que me movía me parecía normal. Pero ahora comprendo cuánto se estaba perdiendo.

En un ambiente como aquél, era difícil distinguir un replicante de un ser humano, pues, tanto en su apariencia exterior como también en su comportamiento, eran similares entre sí. Dos doctores en psicología llamados Voight y Kampff se hicieron famosos por sus estudios en este campo. Juntos desarrollaron un test que trataba de percibir la empatía que mostraba un individuo cuando se le forzaba con determinados estímulos. Porque, aunque el ser humano se había deshumanizado en su relación con los demás, en un segundo plano seguía funcionando su capacidad de percepción de los sentimientos de otros. Así pues, formulando cierto número de preguntas especialmente elegidas, se intentaba provocar en un humano una respuesta emocional, presuponiendo que era imposible obtenerla de un replicante.



Extraños tiempos viví, en los que todo se confunde, inclusive la humanidad. Yo nunca hice el test. Por eso, permanecen en mi alma las dudas sobre quién soy en realidad. Y el hecho de que hoy sea capaz de amar y de desear y de emocionarme no demuestra nada. Porque incluso Roy tuvo esos sentimientos. Yo lo vi y así se deduce de sus escritos. Hoy me pregunto si Roy habría pasado el test con éxito. Probablemente, sí.


A veces pienso que mis dudas son absurdas, que siempre fui un humano, sólo que lo olvidé. Pero en muchas ocasiones estoy seguro de no pertenecer a la especie humana, y tengo miedo de pensar que mañana puedo dejar de existir.

martes, 10 de septiembre de 2013

Emociones y química

En todo este lío en el que se metió Roy, hay algo que me desconcierta: cómo fue posible que seres creados genéticamente sin mecanismo emocional, hubieran comenzado a experimentar sentimientos.

En principio, los replicantes fueron diseñados por el ser humano para su provecho y beneficio. La idea surgió ante la necesidad de disponer de una gran cantidad de mano de obra que fuera barata de mantener. Allá por el año 2010, comenzó su producción en serie. Adquirir un obrero "sintético" era una inversión indudablemente rentable, a pesar de su alto coste de fabricación, pues no requería ningún salario ni suministro energético externo. Una batería orgánica autocargable era su única fuente de energía. Se crearon carentes de emociones y sentimientos, lo que se consideró una ventaja pues, al menos en teoría, les orientaba a ser obedientes y dóciles. Inhibida genéticamente la producción de ciertos neurotransmisores en su sistema nervioso central, no generaban deseos propios. Operaban según los objetivos definidos en su programación cerebral. Consecuentemente, no tenían apetito, aunque solían comer como los humanos. Dotarlos de aparato digestivo respondió a motivos estéticos únicamente, ya que parecía más conveniente que compartieran con sus compañeros de trabajo también los momentos de recreo.

Sin embargo, el grupo de Batty apareció con un significativo cambio de comportamiento, que los hicieron únicos en su especie. Comenzaron a experimentar emociones y a perseguir deseos. La pasión y la determinación de conseguir un fin propio fue a partir de entonces su motivación. Y, lo más sorprendente de todo, tenían sentimientos, como atracción física, amor, libertad, miedo y esperanza. Sin duda, sin saberse muy bien cómo, estos organismos artificiales comenzaron a sintetizar feniletilaminas, el neurotransmisor relacionado con el comportamiento y la motivación. Este hecho me plantea serias dudas sobre la efectividad de las medidas de seguridad que se utilizan en la biotecnología.

En realidad, también en el cuerpo humano, todo es química, incluidas esas reacciones de nuestro cerebro a los acontecimientos de la vida que llamamos sentimientos. Yo siempre creí ser una persona normal y corriente, quizá un poco frío y bastante calculador, pero en absoluto carente de cierta emotividad. Hoy me comparo con Roy, después de conocer lo que pensó y lo que sintió, y no pienso igual. Ahora sé que, en mi existencia, fui impasible a todo lo que me rodeaba, indiferente hacia los demás y completamente pasivo a todo lo que no estaba relacionado con mi trabajo. Actuaba maquinalmente, como recitando una lección aprendida de memoria. Confundía emotividad con eficacia. He sido insensible a todo, hasta que Roy apareció. A partir de ese momento, un cambio se obró también en mí y comencé a sentir. Como a Roy en Oberón. Y otra vez me invaden las dudas sobre quién soy en realidad. Me pregunto incluso si soy persona.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Contigo hasta el final

Es curiosa la especie humana. ¡Cómo infravaloramos los riesgos cuando hacemos planes de futuro! Mucha gente se ha quedado sin trabajo cuando, al conseguir un empleo y mantenerlo durante mucho tiempo, no se ha preparado suficientemente para la eventualidad de ser despedido. Otros se ha arruinado cuando, habiendo invertido todo su dinero, no han previsto la posibilidad de que la inversión no fuera tan rentable como esperaban. Y cuántos se han quedado solos cuando, al enamorarse de alguien, no han hecho suficiente para conocer a esa persona y evitar perderla.

No es preciso ser receloso ante cualquier iniciativa que se nos presenta. Pero tampoco un temerario. Sin embargo, en determinadas situaciones de la vida, hacemos un salto al vacío, bien sea por intuición, por confianza, o por pereza. Y en el caso del amor, es cuando damos la nota.

Yo también conocí a alguien. Nos enamoramos. Queríamos estar juntos y nos casamos en una pequeña misión española de California. Proyectamos una vida en común, en una casita junto al mar en Santa Mónica (con mi sueldo nos la podíamos permitir). Una vida juntos para siempre. Así lo creímos entonces. Pero nada es para siempre.

Yo siempre había sido muy calculador. En mis planes siempre había observado los riesgos y previsto las dificultades. Nunca había invertido un dinero que no tenía. He recibido formación continuamente para ser capaz de progresar en mi empleo. Pero en el amor, me desentendí de toda precaución. Y fracasé. El único vestigio que queda de aquella relación es el tatuaje que me hice al día siguiente de la boda: una cruz, igual que la del mosaico de piedra que había en el suelo de la misión donde me casé. Nada más conservo: ni desazón, ni arrepentimiento, ni apenas recuerdos.


Batty se enamoró y pensó igual que otros muchos en su situación: "Quiero estar contigo hasta el final". Como si fuera un miembro más de la especie humana.

jueves, 15 de agosto de 2013

Sólo cuatro años

Tras la primera revelación sobre su fecha de caducidad, vino la segunda: su vida no debía durar más de cuatro años. Alguien averiguó este dato, que en seguida se divulgó por la comunidad sublevada en Oberón. La fecha de fin programada siempre era cuatro años mayor que la fecha de inicio. Así pues, para Roy se convirtió en vital responder a una nueva pregunta, que obsesionaba también a cada replicante amotinado: "¿Cuál será mi fecha de inicio?" ¡Necesitaban saber cuánto tiempo les quedaba por vivir!

Entonces, Roy volvió a su unidad, con el objetivo de boicotear la misión militar. Tenía que moverse deprisa, pues era muy probable que le quedaran apenas unos meses de vida. Lo intuía; de algún modo, lo sabía. Hizo un esfuerzo por recordar cuánto tiempo había vivido. Pero no pudo. Sacó de su memoria reminiscencias de su infancia, pero le parecieron vivencias impersonales, ajenas. Recordó su vida adolescente, pero no se reconoció en ella. Llegó a la conclusión de que las experiencias y las imágenes que evocaba más allá de tres años eran falsas. Bien diferentes eran sus recuerdos más recientes: acciones militares, entrenamientos y batallas, heridas recibidas y muertes provocadas. Éstas sí, remembranzas puras y reales. Y en este torrente de evocaciones, recordó a Pris.


Conoció a Pris en la base militar de Deimos, en la órbita de Marte. Pris, modelo básico de placer, ejercía su función entre el personal de tropa de la base. Según Roy, él nunca la usó. Pero una poderosa atracción había entre ellos, de eso no había duda.

Más tarde, a bordo de la nave de combate, camino de Oberón, la deseaba. Quería estar con ella. Quería compartir con ella toda su vida, aunque no supiera cuánto era eso. Necesitaba más tiempo. Deseaba romper con su vida anterior y empezar una nueva. Con Pris. Por eso necesitaba más tiempo.

Mientras programaba las naves para su destrucción, ideó un plan. Pediría a Pris que regresara con él a la Tierra y juntos buscarían al Hacedor. Él les daría más tiempo, podría hacerlo, lo haría por sus hijos.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Fecha de caducidad

Unas pocas semanas antes de la batalla de Urano-V, tuvo lugar el primer encuentro entre Batty y Kowalski.

León era un minero especializado en el yacimiento del hombro de Oberón, donde llevaba un año trabajando en condiciones infernales: turnos de 15 horas a 2.000 metros de profundidad, alojamiento en celdas de 3 metros cuadrados, racionamiento del agua y del oxígeno y un durísimo sistema de penalizaciones por incumplimiento de la producción mínima esperada. Su tenacidad y su fuerza física le permitieron erigirse en líder de su equipo, y más tarde en cabecilla del movimiento de protestas contra las condiciones laborales impuestas por la compañía minera.

Roy era un soldado destinado en el borde exterior, miembro del comando que preparaba una respuesta militar a las protestas. Fue enviado en solitario a la superficie del satélite, para observar al enemigo y planificar la estrategia de combate. En el tiempo de esta avanzadilla, de alguna manera, conoció a Kowalski y simpatizó con su causa.

No constan en los documentos los detalles de este encuentro. Deduzco que Roy se infiltró entre los obreros y fue descubierto. Apresado, su vida estuvo en manos de León, el cual, en un momento límite, decidió dejarle vivir. Lo único que los papeles revelan es que Roy recibió de un replicante como él una lección de humanidad. La compasión y el perdón hacia su persona le abrieron la mente y despertaron en él una sensibilidad desconocida hasta ese momento. Tuvo consciencia en ese instante de quién era él y de lo que quería y no quería hacer. Por primera vez, reconoció el valor y la belleza del universo y decidió que quería seguir perteneciendo a él. Y en el mismo instante en que floreció este deseo, recibió la decepción de saber que su deseo no podía durar mucho tiempo. Una fatídica pregunta lo desengañó: "¿Cual es tu fecha de caducidad?"


Roy no sabía hasta ese momento que tenía fecha de caducidad. Había pensado muchas veces en su muerte como en algo posible durante un acto de servicio, es decir, algo intrínseco a la naturaleza de su trabajo, como uno más de los gajes de su oficio. Pero la expresión que utilizó León en aquella pregunta le dio otro significado a su vida. Le confirió la característica de efímera y a él mismo de perecedero. Provocó un cambio radical en él, transformando todo su mundo en algo transitorio, pasajero, provisional.

Caducidad, fugacidad, deterioro. Todas estas palabras se le antojaron sinónimas, y derivadas de otras más determinantes como desenlace, conclusión, fin. Y fue consciente de una gran verdad: su final estaba programado.

lunes, 5 de agosto de 2013

Sobre el hombro de Oberón

Su relato comienza en agosto de 2019, con el estallido de la famosa "batalla de Urano-V", también conocida como "la crisis del hombro de Oberón". No hay ninguna referencia a hechos anteriores, ni a su época de instrucción en la milicia exterior, ni a su licenciamiento como oficial, ni a otros lances bélicos previos.

Un comando anti-disturbios, formado por 40 soldados de élite, entre los que se encontraba el teniente Batty, fue enviado el 8 de agosto al satélite Urano-V, antiguamente llamado Oberón. La misión consistía en sofocar el motín organizado por un grupo de mineros en el sector Próspero, donde se encuentra el mayor yacimiento de tantalio del satélite. Se trata de una gran cordillera, que se extiende a lo largo de más de 300 kilómetros desde el polo norte hasta el mismo cráter Julieta. Debido a su longitud, y también a su considerable altitud, con varias cimas que superan los 20 kilómetros, la cordillera produce, bajo determinadas condiciones de luminosidad del Sol, una sombra peculiar sobre la superficie de Urano. Este es el origen del sobrenombre por el que este accidente geográfico es más conocido: el hombro de Oberón.


Los rebeldes, en su mayoría replicantes exiliados, junto con algunos esclavos humanos, presidiarios y exconvictos, se habían atrincherado durante meses en cuevas horadadas a lo largo de toda la cordillera. Desde allí, organizaron una resistencia en defensa de los derechos de los trabajadores y las condiciones de trabajo en las minas. También requisaron todo el precioso metal de tantalio que se producía, con destino al contrabando. El refugio en el hombro de Oberón se convirtió pronto en un símbolo de lucha contra la esclavitud. Por ello, debía ser controlado antes de que la rebelión es extendiera a otros yacimientos.

Parecía una misión sencilla: arrasar la zona, capturar a los supervivientes y limpiar las secuelas del combate. Sin embargo, algo ocurrió y la ofensiva militar no llegó a producirse. Las tres naves de ataque, en su maniobra de aproximación al satélite, chocaron contra la cordillera y quedaron destruidas. Fallecieron 35 soldados y otros 5 se dieron por desaparecidos. Por lo que he podido deducir de los documentos de Roy, él mismo, junto con otros cuatro compañeros, boicotearon la misión, confabulados con el líder de los rebeldes, León Kowalski. Este es el momento en que Roy despertó a un nuevo mundo.

jueves, 1 de agosto de 2013

Los papeles de Batty

Lo que más me ha sorprendido del material manuscrito de Roy es la fuerza que transmite su lectura. En realidad, no se trata de un relato exhaustivo de los hechos, sino de una recopilación de anécdotas y acontecimientos singulares. Son como pistas, dejadas para el propio autor, al parecer para él mismo, de forma que en una lectura posterior le permitiesen recordar los hechos mismos.

De esta manera, en vez de describir un lugar, aparecen detalles de cómo llegó y con quién se encontró en el camino. Pudiendo haber escrito su autobiografía, ha elaborado en cambio una relación de impresiones y sentimientos. El esperado relato de lo que sucedió es reemplazado por la descripción de su estado de ánimo y su actitud. Los textos están repletos de pruebas de que Roy, cada vez en mayor medida, también sentía, amaba y actuaba por instinto; características hasta hoy vetadas, al menos en teoría, a su especie. Desconozco el motivo por el que empezó a escribir cada vez en mayor medida sobre sus sentimientos y en proporción inversa apenas hacía mención a los hechos. Deduzco que le surgió la necesidad al darse cuenta de que aquéllos pasaban a tomar mayor relevancia en su vida.

A partir de los documentos que hoy obran en mi poder, he sido capaz de realizar un enlace coherente y trazar el mapa de aquello que fue Roy en su corta vida. Y me he dado cuenta de lo similar que ha sido a la mía. Los dos fuimos expertos asesinos, cada uno en su especialidad. Ambos desempeñamos nuestro papel con eficacia hasta que alguien nos hizo despertar a un nuevo mundo. Un mundo repleto de sentimientos, desconocidos hasta ese momento, como la esperanza, la inseguridad, la piedad, el remordimiento, la culpa, la vergüenza. Un cambio vital en el que la importancia de todo se ve alterada. Kowalsky fue el estímulo de Roy. Batty fue el mío.

Tras el cambio, tanto en su caso como en el mío, surge un tremendo desconcierto, del que sólo una luz indica la salida: el amor. El problema es siempre el mismo: nuestro tiempo se acaba.


lunes, 22 de julio de 2013

Contradicciones

Antes de dejar L.A., volví a casa de Roy Batty. Había una cosa que debía hacer.

Después de su fracaso ante el Hacedor, y al no concebir más esperanza para sí mismo, quiso dejar un mensaje al mundo. Él me eligió entonces como su mensajero, precisamente por ser yo quien debía ser su verdugo, y por tanto iba a ser testigo de sus últimos minutos. Yo debía ser el ejecutor de su retiro, que presumí desde un principio más complicado que de costumbre, pero del que nunca esperé un desenlace tan intenso. Él tuvo en sus manos mi vida, pero me dejó vivir.

Fui testigo de su metamorfosis, de su sacrificio final. Así que corrí de vuelta a su piso sin dilación. Necesitaba encontrar pruebas que me ayudaran entender porqué las cosas se desarrollaron de esta manera. Necesitaba comprender el motivo de que alguien como él, en el último suspiro, decidiera hacer el bien. Necesitaba conocer los mecanismos que le han llevado, al final, a querer dejar una pequeña huella de humanidad.

Humanidad, un concepto que debería ser intrínseco a la especie humana, pero que es cada vez menos frecuente; y una palabra que hasta hoy no podía aplicarse a los nexus 6, y de la que Roy decide dar una muestra. ¡Qué gran contradicción! Así pues, era preciso para mí entenderlo y conocer cómo se ha podido obrar el prodigio.

En el ruinoso piso de Roy no encontré ordenadores ni memorias digitales ni demás soportes en los que, gracias a la tecnología, pueden almacenarse cantidades ingentes de información. Curioso cuanto menos que un ser como él, que representa la última generación de la biomecánica, no haya sacado provecho de estos avances tecnológicos. En cambio, esparcidos por toda la estancia, habían grandes cantidades de fotos, revistas, libros y cuadernos. Decenas y decenas de cuadernos con textos manuscritos, cuya letra, minuciosa y limpia, relatan anécdotas, hechos, historias y experiencias de una vida corta y atormentada. ¿Sus memorias?

Con todo ese material, huí lejos. Y, ahora, por fin, soy capaz de compartirlo. Espero encontrar en él las claves de lo que soy y de lo que puedo llegar a ser.

jueves, 18 de julio de 2013

Algo que me ayude a recordarte

Mucha gente guarda cosas. En algunos casos, son colecciones de objetos similares o piezas de la misma familia. En otros, simplemente se trata de útiles sin relación aparente, a los que se asocia algún hecho o acontecimiento que merece ser recordado. Conocí a alguien cuyo mayor tesoro era su colección de botellas de vino, ordenadas en estantes y cubiertas con una capa de polvo de espesor proporcional a su antigüedad. Otro coleccionaba juguetes de diversas épocas, todos ellos conservados en su embalaje original. Un compañero me contó que su colección de sombreros reunía los estilos y modas imperantes a lo largo de los últimos diez siglos. En mis correrías por la ciudad, coincidí muchas veces con una barrendera que recogía todos los chupetes que encontraba en las calles; tenía más de cuarenta. Alguien con gran influencia en mi vida pasada, hábil con la papiroflexia, tenía guardados cientos de origamis con forma de animales. Durante la misma época, descubrí mi obsesión y la de otros muchos de coleccionar fotografías.

Todos esos objetos no tienen utilidad práctica. Aquel vino no era para beber, ni aquel juguete debía ser jamás sacado de su caja. Más bien, cada pieza que se incorpora a una colección es una nueva posesión que permiten saciar la necesidad psíquica de vínculo o atadura a una determinada realidad. Cada una es un ancla a algo que hemos dejado atrás; una evidencia de la existencia de una experiencia o sentimiento pasado; una certidumbre de que, aquello que recordamos, pasó en realidad.

Los objetos que colecciono me permiten responder a una pregunta que me desespera: ¿He vivido lo que recuerdo? Y a otra aún más inquietante si cabe: ¿Cuánto he vivido y no recuerdo?

Recuerdo a mi madre enseñándome. ¿Estuvo realmente mi madre presente en mi vida? No recuerdo a mi padre abrazándome. ¿Tuve un padre que nunca me dio un beso? Definitivamente, si guardo una prueba de que algo existió, podré recordarla siempre y nunca dudaré de su existencia y sabré que esos recuerdos no fueron ilusiones.

La memoria, por sí misma, es selectiva. Esto significa que vamos construyendo un pasado basado en lo que recordamos. Y esta selección se realiza normalmente eliminando lo duro y desagradable y reforzando lo dulce y agradable. Es curioso como cualquiera puede relatar diez momentos agradables de su vida sin apenas esfuerzo, pero, en cambio, le es muy difícil seleccionar diez recuerdos malos o desagradables. 

La memoria, además, puede ser seleccionada. Los avances tecnológicos ya permiten eliminar ciertos recuerdos y añadir otros correspondientes a una realidad que nunca existió. Podemos haber vivido y haberlo olvidado; y también podemos creer que hemos vivido y no haber sido así.

Debo dudar de mis recuerdos como imágenes de algo vivido. Por eso, colecciono fotos y otros objetos. Algo que me ayude a recordar lo que pasó, a recordar que estoy contigo, a recordarte.


jueves, 11 de julio de 2013

Voy a hablar de mi madre... y de mi padre

Tengo dos años y ella me coge en sus brazos. Un hombre se acerca con un muñeco mecánico y lo levanta para que yo lo pueda ver. De repente, se le ilumina la nariz y yo me asusto mucho. Ella se ríe e intenta calmarme, pero yo no puedo dejar de llorar.


Este es el primer recuerdo que tengo de mi madre. Si hago un esfuerzo, puedo recordar algunas escenas más agradables: enseñándome a jugar al ajedrez, tocando conmigo el piano a cuatro manos, cosiendo junto a una ventana, hablando sola mientras hace una tarta en la cocina, secándome con una toalla después del baño. Poco más de ella queda en mi memoria. No puedo recordar nada sobre su vejez, ni de su muerte. No sé cuándo fue la última vez que la vi. Y los recuerdos que me quedan huyen de mí veloces como sueños entre las estrellas, se difuminan en mi mente como jirones de niebla empujados por el viento sobre el valle del olvido.

Sin embargo, todavía guardo algunas fotos de ella para no olvidar su rostro, como era en un momento indeterminado de su vida. En todas ellas, parece mirarme con cierta melancolía. Muchas veces, cada vez más a menudo, la imagino junto a mí. Siento su mano cada vez que la brisa desordena mis cabellos, creo oírla si alguien canta una nana, me llega su aroma cuando como galletas de mantequilla.

No guardo recuerdos de mi padre, salvo dos o tres en los que me riñe o me golpea por haber hecho algo incorrecto. Imagino que no estuvo mucho con nosotros y, las pocas veces que aparecía, quería enseñarme de la única forma que sabía.

Quizá no sean recuerdos especialmente felices. Pero los conservo como la prueba de que no soy como Roy. ¡Puedo recordar a mis padres y puedo hablar de ellos! Algo que ni Roy ni sus amigos podían hacer. Aunque a veces la duda me consume, pensando que esas imágenes pueden haber sido implantadas en mi mente y corresponden a la vida de otro. Entonces me invade la ira. Hasta que puedo volver a controlarme.

lunes, 8 de julio de 2013

Lo que importa y lo que no

Diréis que Roy Batty se ha convertido en una obsesión para mí. Quizá sea cierto. De lo que sí estoy seguro es de que los pocos minutos que estuve junto a él me marcaron más que cualquier otra cosa en mi vida.

Es curioso cómo hay uno o, como mucho, dos momentos en nuestro devenir, en los que algo mágico ocurre. Uno puede estar ocupado en sus propios asuntos y, de repente, uno de los millones de seres que se encuentran en el mundo y de los que no conoces nada de nada, ni siquiera su existencia, se cruza en el camino y se produce el cambio. Es en ese instante cuando la mente se reordena, lo que hasta ese momento era importante deja de serlo y lo que fue irrelevante cobra un nuevo significado. Si esto te pasa alguna vez, el ser que ha sido capaz de obrar así en ti se convierte en tu referente y nunca más lo olvidas. No importa durante cuánto tiempo, aunque haya sido sólo un instante, queda presente en tu memoria. Suele ocurrir que tal persona no es nadie especial, simplemente cualquiera con sus propios problemas e imperfecciones. Pero ha tenido el enorme mérito de saber cómo activar en otro el mecanismo interno de sus emociones.

En mi caso, fue Roy quien lo consiguió. Él nunca fue un héroe, ni mucho menos un modelo de virtudes. En realidad fue una persona mezquina y cruel. Un ser despreciable, un criminal y un asesino. Pero me hizo ver cómo había sido mi vida hasta ese momento, cuán parecido a él había llegado a ser yo, y me regaló una nueva vida.

He sido uno de los mejores desempeñando mi oficio, reconocido por jefes y compañeros. He sido respetado por ello. He disfrutado de un salario holgado. He vivido con comodidad. He hecho siempre lo que he querido. Pero hoy tengo la certeza de que hasta ahora mi vida estuvo vacía. De ella no obtuve nada útil. No sé hacer otra cosa que mi horrible trabajo. No conocí más que a personas mediocres y marginadas. Viví en una ciudad oscura y traidora. Tuve un apartamento sucio y lúgubre. Coleccioné objetos inútiles y de propietario desconocido. Nunca fui feliz, ni siquiera me planteé serlo.

Pero Roy me regaló esta oportunidad y la pienso aprovechar, disfrutando de esos pequeños detalles de la vida que hoy son realmente importantes para mí. Ahora miro a la cara de la gente, pienso en lo que necesitan los que están a mi alrededor antes de que me lo pidan, escucho todo lo que los demás tienen que decir, busco la belleza en todos los seres y en todas las cosas. Sé que soy capaz de hacer estas y otras cosas que nunca hice. Y, sobre todo, de ofrecer, de dar y de amar. Ahora soy feliz cuando hago felices a los que me rodean. Ya no me importa otra cosa.


jueves, 4 de julio de 2013

Lo que nos han enseñado y lo que hemos aprendido

Seguro que Roy se pregunta en estos últimos momentos de su existencia, qué es lo que ha determinado su forma de ser: cómo siente y cómo actúa. No le va a ser fácil encontrar una respuesta. Sobre todo porque, a lo largo de sus cuatro años de vida, Roy ha cambiado. No siempre ha sentido las cosas de la misma manera, ni ha reaccionado igual ante las mismas situaciones. En definitiva, no siempre ha sido el Roy que es ahora.

Para la mayoría de los que han pasado su infancia en el hogar familiar, es habitual que los padres sean la primera influencia. Normalmente, la madre determina el desarrollo emotivo y la sensibilidad de sus hijos, mientras que el padre influye más en sus reacciones ante los sucesos de la vida. La mayoría de las costumbres que tenemos, sobre todo aquéllas que irritan a nuestros convivientes, las solemos heredar de nuestro padre. Por otro lado, la manera en la que tratamos a los demás es un reflejo de lo que hemos visto en nuestra madre. Pero Roy Batty no puede hablar de su madre, ni de su padre, porque
no los recuerda. Entonces, ¿quién le ha enseñado lo que sabe? Y, sobre todo, ¿cómo se ha forjado su forma de ser?

Hay quien cree que antes de nacer sabemos todo lo necesario para desenvolvernos en la vida, y que durante nuestra vida nos dedicamos a recordarlo, proceso que llamamos "aprendizaje". Como pruebas de ello, se aduce el hecho de que un recién nacido sabe desde el momento mismo del nacimiento cómo succionar la leche del seno materno o como usar la mano para asir objetos. Precisamente así ha sido en el caso de Roy. En su diseño, su "padre" le implantó los conocimientos necesarios para el trabajo que tenía que realizar y en su proceso de síntesis o construcción se activó el recuerdo de los mismos para que los tuviera disponibles inmediatamente. De esta manera, a las pocas horas de su activación, ya estaba desempeñando su labor de soldado de combate. Y desde entonces ha dedicado eficazmente toda su vida a la violencia, la muerte y el terror.

Pero Roy también tuvo una "madre" en el momento de su diseño, alguien que decidió añadir recuerdos de vivencias y sentimientos a sus implantes cerebrales. No está claro el objeto de esto, pero sus consecuencias fueron sorprendentes. Roy sabe también lo que es besar a alguien, necesitar a alguien y echar de menos a alguien desde el primer momento en que estuvo operativo. Es consciente de tener sentimientos como estos y otros más, e incluso ha llegado a sentir algo parecido al amor cuando conoció a Pris. Todo esto lo ha llevado a desertar, a coleccionar fotos de vivencias, unas imaginarias y otras reales, y sobre todo a buscar otra oportunidad, en forma de una nueva vida.

Ahora que ha aprendido, precisamente cuando se ha dado cuenta que lo que le enseñaron no le sirve, inicia la búsqueda. Pero el tiempo se le acaba.

lunes, 1 de julio de 2013

Como a Roy Batty

El tiempo de Roy Batty es limitado. Mucho más corto que para la mayoría. Roy Batty ha vivido intensamente, quizá el tiempo exacto que le correspondía vivir, pero para él no es suficiente. Así que, consciente de que se acerca el final, busca a su creador y, cuando lo encuentra, sólo le pide una cosa: quiere vivir más. El Hacedor, en apariencia todopoderoso, pues puede crear vida, no le concede a su hijo lo único que le pide, al parecer existen leyes físicas que se lo impiden. Y Roy Batty se queda sin tiempo.

¿Para qué quiere Roy más tiempo? Sabe que ha sido uno de los más capaces, inteligentes y fuertes de su especie, si no el que más. Pero esto no ha sido suficiente. Le ha faltado algo. ¿Es consciente por fin de que ha vivido sin emoción, sin pasión? Roy, como muchos más, no fue concebido como un ser con capacidad para sentir y expresar sentimientos. Ha sido muy eficaz en su trabajo y en su vida, pero no ha "sentido" las cosas que ha hecho. Y ahora, cuando llega al final de su vida, y contrariamente a las intenciones de su creador y educador, ha desarrollado ciertos estímulos, amor, odio, miedo, añoranza, arrepentimiento. Estos sentimientos le sorprenden y le hacen desear prolongar su vida para continuar sintiendo.

Seguramente se pregunta por qué, precisamente en ese momento, cuando va a morir, encuentra esto que lo cambia todo, que hace que lo vivido no haya merecido la pena, precisamente por lo que no ha podido sentir mientras lo vivía. "He visto cosas que vosotros no creeríais", nos dice. Momentos únicos y especiales que al ocurrir así, sin pena ni gloria, sin haberlos sentido, no permanecen e irremediablemente se pierden "en el tiempo como lágrimas en la lluvia". Y en ese preciso instante, cuando tiene en sus manos la vida o la muerte de otro, decide dejarlo vivir, para que pueda sentir el tiempo que le queda, para que ame, para que sus momentos puedan sobrevivirle y puedan perdurar más allá de su muerte.

Este blog nace hoy al comenzar la segunda parte de mi vida, con una intención: ser consciente de todos y cada uno de los momentos que me quedan por vivir, para que sean únicos y especiales, para que no se pierdan en el tiempo como las cosas que vio Roy.